martes, noviembre 29, 2005

Lectura de poemas

El viernes 2 de diciembre, a las 19:00 hrs., la editorial Compañía -uno de los proyectos independientes más importantes de los últimos tiempos- realizará una lectura a la que han invitado a 10 poetas, de muy distintos tonos y registros, bajo el título siguiente: ¿Para qué escribir poemas hoy? Los poetas invitados son: Rodrigo Flores, Karen Plata, Jessica Díaz, Jorge Betanzos, Nadia Mondragón, Iván García, Juan Carlos Cano, Ricardo Cázares, Tania Favela y Tatiana Lipkes.
En la misma lectura, se podrán encontrar los dos libros más recientes del proyecto editorial donde colaboran Inti García, Hugo García Manriquez, José Luis Bobadilla y Juan Alcántara. Los títulos son: Y todo está presente en el curso del río, de José Coronel Urtrecho; y Un bosque, una escalera, de Antonio José Ponte.
La cita es en DVDromo, sito en la calle de Corina 59, casi esquina con Xicoténcatl, la Colonia del Carmen, Coyoacán, (a una cuadra de la preparatoria 6).

domingo, noviembre 27, 2005

Lenguajes dominicales

Esta mañana, sentado en una banca del parque de Juana de Arco, mientras bebía un jugo de zanahoria para recuperar un poco de energía y volver a casa -eran ya tres noches seguidas de ocio en la ciudad- vi un cartel que decía, a la letra: "Mantengamos la imagen del parque. No tires basura ni introduzcas tu mascota en la fuente". Al leerlo, me dio risa. Extraña la admonición. Introducir... Pensé en el equivalente inglés de esta palabra. Después, me pregunté quién redactaba tales anuncios, y cómo se construía dicho lenguaje.
No introduzcas tu mascota en la fuente. Independientemente de la risa que me causó esta construcción, lo cierto es que me parece aleccionadora. Para el habla de la Ciudad de México, el enunciado no deja de tener un perfil anómalo. Hecho para ser leído en un sitio público, se aleja del habla más inmediata, sustituye el modo habitual en que eso se diría, para cobrar una especie de formalidad que no es gratuita.
El mentado cartel implica un ejercicio de toma de distancia a partir de la elección de un lenguaje. La extrañeza de la palabra introducir, en este contexto, no es inocente. El eufemismo es un modo de marcar una ambigua autoridad. Pero lo que más me intriga de todo esto, es el convencimiento que aquí se refleja en torno al poder aurático de las palabras. El cartel anuncia una apuesta mediante un solo vocablo, en el cual trata de fundar su diferencia, su dinámica jerárquica y su validez para ordenar un espacio público. Al mismo tiempo, no deja de recordar que las palabras guardan una memoria -a veces opaca, a veces impecable- de múltiples instantes en las relaciones de poder. Quizá las palabras estén rotas y no puedan entregarnos, de forma automática, los secretos del mundo. Pero esto no les arrebata totalmente su incidencia en torno a nuestra necesidad de orden. Aún más: a veces las palabras construyen un orden que germina por el sacrificio de las mismas. Proceso que no sólo transparenta ciertas líneas de nuestros discursos, sino de otros rasgos de nuestra historia civil: el cartel se vuelve, de inmediato, un cuerpo privilegiado para cuestionarse sobre la vida de esta ciudad.
Finalmente, en los momentos en que los lenguajes públicos operan con mayor fe en su naturaleza aurática, hay que redoblar la necesidad por reconocer la elasticidad de cada palabra. Vale la pena saber si nuestras palabras son algo más que códigos vaciados de la electricidad necesaria para vitalizarnos. La pregunta, lo admito, es tan obnubilada como ingenua, pero tiene la enorme ventaja de recordarnos que no es posible leer ningún lenguaje si se nos desvanecen los contextos en que éste adquiriría sentido, peso y realidad. Admitir estas batallas es uno de los precios que hay que pagar por ser -en ciertos momentos específicos de nuestra genealogía, por decir lo menos- hijos de Roma...

miércoles, noviembre 23, 2005

Papyrus genérico intercambiable

1
A guisa de epígrafe.
I join these words for four people,
Some others may overhear them,
O world, I am sorry for you,
You do not know these four people.
(E.P.)
2
Otoño...
Separados...
Princesa...

lunes, noviembre 21, 2005

¿Combatir por la voz?

Leo, gracias a la munificiencia de A. Tarrab, la edición que preparó Tajamar con los dos libros centrales de Diego Maquieira: La Tirana y Los Sea Harrier. (Ya antes había llegado a mis manos, gracias a la generosidad de Héctor Hernández, la edición suelta de este segundo libro). Repaso una y otra vez el libro, y me queda una especial desconfianza frente a quien afirma que el poeta debe esmerarse para "encontrar su voz". De hecho, ahora me pregunto si no son más atractivos los momentos donde el poeta parece perder su voz, viéndose obligado a luchar no tanto para recuperarla como para no hundirse por completo en su extravío.
Me importa destacar dicho estado agonal: el instante en el que la escritura se vuelve combate y, entonces, los hábitos verbales del poeta devienen estrategias. Llegados a este punto, las preguntas que esbozamos ante el texto son modos de ver el despliegue de sus fuerzas, sus derrotas y sus territorios conquistados. Y, en este mismo tenor, la carga significativa del poema se debe a la tensión dinámica que su lenguaje logra alcanzar.
A la hora del combate, Maquieira tiene presente la urgencia por revisar nuestra condición ética. Se esfuerza por leer las relaciones oscuras entre la civilización y la caída del hombre. Y uno de sus hallazgos más terribles es el reconocimiento de las rupturas del hombre no sólo como una experiencia límite, excepcional por definición, sino también como un horizonte de vida más general, donde todo se pierde en la espesura de lo anónimo. De ahí que todos sus montajes, desmontajes y ecos intertextuales lleven la impronta de esa batalla, en la cual la voz poética no puede tener ningún privilegio; antes bien, debe ser "descolocada".
Lo que más llama mi atención, es la necesidad de entender que el mentado "descolocamiento" de la voz lírica, no está supeditado a ningún afán transgresor. En Maquieira la ironía, tan festejada por varios de sus lectores, jamás es un fetiche "poéticamente correcto". Se trata de algo más decisivo: él entrevió de forma muy temprana que la "voz poética" puede ser un falso demiurgo cuya centralidad va en detrimento de las experiencias vitales, sin las cuales el texto no es más que una pieza para la imprenta, en el peor sentido de la expresión. (Las heridas que Parra dejó en el lenguaje seguían abiertas cuando Maquieira comenzó a escribir, y esto resulta determinante). De ahí esta necesidad por recordarnos que "sentar cabeza" lleva a ese estado donde "todas las cabezas ocupan un asiento, de cerdo"; a un sitio opaco que nos niega. En suma, parece advertirnos que "el canto" se torna ominoso cuando se escucha demasiado a sí mismo.
Vale la pena detenerse en todo ello. Vale la pena recordarnos estas cuestiones en un momento donde todo aspira a un "aura" inmediata, para perderse después en el reino de lo artificioso. Así, el encuentro con La Tirana y Los Sea Harrier es algo más que una lectura, en el sentido llano de la palabra. También implica una llamada de atención que nos exige sospechar de toda centralidad, de todo lenguaje, de nuestras pretensiones poéticas que pueden terminar por volvernos ajenos frente a nosotros mismos, e hipnotizarnos hasta el punto de sumirnos en la destrucción.
"Estamos saturados de sueños
Y hambreados de saciedad.
Pero algunas mentes de aquí
Todavía son como el cáliz:
Ellas viven tan arriba
Que bien pueden olvidar el valle".

miércoles, noviembre 16, 2005

Asombros geográficos

Asombros geográficos. No me parece tan extraño el título de esta entrada. Las cuestiones espaciales suelen llamar mi atención sin reservas. El mismo título del sitio lo prueba (al abrirlo pensaba que todo ejercicio reflexivo -que es lo que aquí intento trazar, a partir de dos o tres detalles dispersos- está signado por el poder de lo territorial...).
Pero esta vez, el asombro tiene un sello singular. Toda mi vida o, mejor dicho, desde que cursé tercer o cuarto grado de educación primaria, viví con la convicción de que México formaba parte de Latinoamérica. Años más tarde, cuando me reclamé de la escritura, la ilusión de que México formaba parte de América Latina me llevó a interesarme por lo que se hacía en Argentina o en Cuba, en Venezuela o Brasil, en Chile o en Uruguay, etc., hasta donde mis enormes lagunas me lo permitían. Al leer a José Antonio Ramos Sucre, a Ricardo Güiraldes o a Joaquim Machado de Assis nunca sentí estar frente a cuerpos extraños o distantes, ni creí que mi contacto con estas obras sería más difuso que si se tratara de Alfonso Reyes o Jorge Cuesta, por la única razón de que con estos dos últimos coincidía cuando menos en lo que mi pasaporte marca como "nacionalidad".
No ignoro cuan baladí es un párrafo como el anterior. Sin embargo, lo menciono porque he estado pensando en ello desde el sábado pasado, en medio de la fría y límpida noche de Tlaxcala, a donde fui para escuchar a Rodrigo Flores y los otros participantes de "Noviembre literario", un ciclo de lecturas de poemas, ponencias y presentaciones de revistas literarias, organizado por el poeta Jair Cortés y el Instituo de Cultura de Tlaxcala. No pude presenciar todo el evento, pues llegué el sábado en la tarde, y sólo atendí los dos actos de clausura. El primero de ellos consistió en una mesa donde varios poetas leyeron su trabajo (Álvaro Solís, Ofelia Pérez Sepúlveda, Víctor Rojas, Mario Bojórquez, Alí Calderón, Mijaíl Lamas y otro par de poetas cuyos nombres, para bochorno mío, ahora se me escapan). El segundo fue la conferencia donde Rodrigo Flores vinculó críticamente las obras de cuatro poetas: Nestor Perlongher, Gerardo Deniz, Antonio Gamoneda y Rodrigo Lira.
Contra toda "costumbre" entre "nosotros", la exposición de Rodrigo estuvo bien documentada, desarrollando un discurso ahíto de interrogaciones, con una lectura que se esfuerza por establecer hallazgos personales y por urdir -con inminente valor- una toma de postura respecto de algunas problemáticas de la literatura actual. En suma, una conferencia que fue hecha no para ser alabada y aplaudida, sino comentada y discutida.
No obstante -y aquí rompo mi rodeo tan largo como necesario- lo que descubrí en la ronda de preguntas y comentarios que sucedió a la exposición de Rodrigo, fue la ansiedad que algunos escritores mexicanos experimentan cuando se les recuerda que abajo de Tapachula aún existe el mundo y la realidad... No es una mala broma. En este país varios escritores escriben abrigados en la certeza de que México debe deslindarse del ámbito cultural latinoamericano, pues pertenecemos a otra parte. Todo esto se translucía en sus intervenciones, donde le reprochaban a Rodrigo que "a diferencia de los latinoamericanos", aquí en México sí escribimos bien, con mayor conocimiento del oficio poético, de la tradición y siendo formalmente más logrados (aunque, como es de suponer, no se explicó qué quería decir con esto)... Un poeta advirtió que "allá en Latinoamérica" los poetas son muy descuidados. Me pregunto si al hacer esta aseveración estaría pensando en Borges, en Oswald de Andrade, en Jorge Eduardo Eielson, en Luis Alberto Crespo, etcétera. Otro poeta nos pidió que "no nos engañáramos"; según su opinión no debemos ceder ante el discurso de ciertos críticos. Apoyaba su idea en el argumento de que, al leer a los Contemporáneos, él jamás encontró esos rastros de la poesía francesa que algunos maledicentes le quieren adjudicar a tan notables poetas. Un escritor se enfadó y dijo que, al sugerirle al poeta que escribiera dimensionando en su lenguaje lo que ocurre en el mundo actual, en realidad se le estaba denigrando. Otro poeta más pidió la palabra para decir que... Y así, durante un buan rato.
En todo este tiempo, a nadie se le ocurrió pensar en lo que realmente dijo Rodrigo Flores, quien en ningún momento sugirió el dilema "México vs Latinoamérica" (quizá porque él también desconocía que México ya se había separado del ámbito histórico-cultural latinoamericano). Una prueba de ello es que habló de Gerardo Deniz, un poeta mexicano. Pero nada de esto interesó ni interesa, como tampoco importaron mucho las ideas que esgrimió, en torno a lo que él llamó "testimonio y contingencia" de la poesía: la referencialidad del poema, la legibilidad de la escritura frente a los mundos cotidianos, la conformación y la validación de los lenguajes, la sospecha ante toda noción de trascendencia en el poema, etcétera... A veces no deben extrañarnos estas cosas: lo importante debe ceder cuando nos acosa algo tan fuerte como una posible invasión de la nueva horda de bárbaros.
En fin, creo que vale la pena preguntarse ¿por qué sentimos una necesidad tan viva de encerrarnos tanto en nosotros mismos? ¿Ante qué necesitamos defendernos? ¿Por qué necesitamos recordarnos de forma tan reiterativa que nosotros también existimos, que es cierto que pueden existir Diego Maquieira o Marosa di Giorgio, pero nosotros también tenemos poetas? No aventuro ahora una respuesta. Esta nota sólo deseaba apuntar un asombro. Únicamente insisto en la necesidad de formulárselas. De no hacerlo, terminaremos convencidos de que T.S. Eliot es el José Luis Rivas de los ingleses.

jueves, noviembre 10, 2005

¿Meses críticos?

Durante ocho meses (uno menos de los que dura la gestación humana), la poeta María Rivera convocó a poetas, editores y críticos literarios para discutir sobre la poesía y sus problemas en la actualidad. Poesía y presente, que era el título de este ciclo, reunió a tres escritores el primer miércoles de cada mes, desde marzo hasta el día de hoy, que se llevó a cabo la última mesa del ciclo. Creo conveniente hacer una lectura de conjunto de estas mesas, ya que tuve la fortuna de estar presente en todas. Intentar un preliminar retrato hablado de lo que significó esta experiencia.
Ya no debería resultar una sorpresa, pero no puedo dejar de mencionar que es revelador notar cómo se desarrollaron estas discusiones. La mayoría de ellas parecían un debate realizado en un pueblo fantasma. Dos o tres mesas con dos o tres invitados de cada poeta, que generalmente iban más a acompañarlo que a cuestionarse conjuntamente sobre los temas propuestos. Hubo una fecha donde, si la memoria no me falla, eran cuatro las personas en la mesa (contando a la moderadora), y cinco entre el público. No condeno esto. Por un lado, no existe ninguna obligación de participar en estos eventos; por el otro, el nivel reflexivo de los panelistas no siempre es muy atractivo. No obstante, esto es un claro síntoma de lo que nos ocurre. Pienso sobre todo en el hecho de que los participantes de las mesas rara vez acudieron a escuchar a los otros. Aunque, nuevamente, esto no extraña. Este país es de los poetas proféticos, que están resueltos a dar su mensaje a los elegidos sin detenerse mucho para escuchar lo que tienen que decir los otros (suponiendo que los otros tengan algo que decir). En fin, quizá albergo una excesiva paranoia, y sólo se trata de que los escritores tiene muchas ocupaciones, muchos pendientes laborales, domésticos, familiares o de cualquier otro tipo, que les impiden atender a los demás.
Los temas fueron tan variados, ricos y fértiles como predecibles: la identidad de la poesía mexicana, la función del poeta en la sociedad, las relaciones de la poesía con la pintura, las correspondencias y diferencias de la poesía mexicana frente a otras tradiciones poéticas de América Latina, el estado actual de la edición de poesía, la problemática relación de la poesía con los lectores, la poesía social, la conveniencia o inconveniencia de las becas a escritores (uno de los temas, por cierto, donde se revelaron más culpas y rencores), e incluso hubo quien habló de la poesía como negocio o del proceso físico que supone editar un poemario... Hasta donde recuerdo -y creo tener una memoria saludable- nadie habló de las relaciones de la poesía con el sexo, la ciudad, la música, la vestimenta, la alimentación, la religión, la ética, la tecnología, los lenguajes de los medios de comunicación, ni otras experiencias que indiscutiblemente forman parte de la vida actual. Sin embargo, estas omisiones - que pueden ser calificadas de casi cualquier modo- ya no resultan sorpresivas.
Ahora bien, si hablamos más concretamente de los discursos de los poetas, hay que reconocer que no estamos atravesando por un periodo brillante en cuanto a necesidades y respuestas reflexivas se refiere. La falta de rigor, el apresuramiento, los juicios sumarios, la desinformación, el provincianismo, el humor fácil y los tonos paródicos en lugar de la consistencia crítica no fueron rasgos inusitados en los planteamientos que se hacían mes por mes. En todas las mesas escuché enunciados impacientes, donde el poeta nos recordaba que "hacía falta criticar tal cosa". Siempre esperé que, de inmediato, el poeta en cuestión comenzara a ensayar la crítica a la cual convocaba o recomendaba, por lo menos. Mas no era así. En ese sentido, me quedé con una impresión muy parecida a la que tengo cuando escucho a los candidatos en una elección presidencial. Todos ponderan lo que le hace falta al país, a la sociedad civil o a los teporingos de San Luis Potosí. Pero ahí termina todo. Pareciera que nuestra tarea es señalar los puntos de la agenda poética, para después cruzarnos de brazos hasta que el vecino la lleve a cabo...
No quiero fustigar en abstracto; de hecho, tampoco en concreto: no quiero fustigar en absoluto. Me incluyo dentro de estas críticas, pues no sólo fui espectador, sino que me tocó el honor de compartir mesa con Armando González Torres; la primera del ciclo, en realidad. Los otros participantes (espero no omitir a ninguno) fueron: Daniela Tarazona, Antonio Calera Grobet, Edgar Valencia, Rodrigo Flores (recién desembalado desde Bilbao), José Luis Bobadilla, Luigi Amara, Ramón Peralta, María Vázquez, Alejandro Tarrab, Luis Felipe Fabre, Luis Jorge Boone, Daniela Ramos, Raquel Huerta-Nava, Erik Estrada, Lizeth Silva, Francisco Fenton (¿se escribe así su apellido?), Daniel Mir, Raquel Olvera, Ángel Ortuño e Iván Cruz. ¿Alguién más? Me parece que el barco navega completo. Sólo dos escritores que estaban programados pero que, lamentablemente, al final no pudieron estar: Jorge Fernández Granados y Daniel Lezama. (Ahora que lo pienso, casi todos nacimos y vivimos en Ciudad de México, salvo alguna excepción como la de Ángel Ortuño. La nota no intenta cumplir un credo políticamente correcto, pero es evidente que esto representa un sesgo en el diálogo. Los centralismos son una de las notas constantes no sólo en nuestra poesía, sino en toda la historia de América Latina).
Por encima de todo esto, el ciclo de Poesía y presente me deja un grato sabor de boca. Espero, con toda sinceridad, que María siga convocando y propiciando estas discusiones públicas, que son excelente terreno para ejercitarnos en el diálogo, la crítica y el cuestionamiento recíproco. Pues en el fondo estoy convencido de que todas nuestras incipencias no son sino probables puntos de partida para ir madurando las ideas, las confusiones, las interrogantes y las lecturas que trazamos sobre la poesía y el presente. Y esto dinamiza el contexto de la poesía, donde ciertamente el anecdotario tiene un punto de ebullición más fácil de alcanzar que el de la construcción de una mirada. Puestos a evaluar, diría que el ejercicio de estos meses es plausible, y debe continuarse por todos los medios a nuestro alcance. La lucidez, ya se sabe, no ha de salvarnos, pero aún así vale empeñarse en alcanzarla, aun sea en un par de instantes especiales, aún sea por medio de ciertos atisbos de poesía, donde se nos reclama una responsabilidad por el presente.

miércoles, noviembre 09, 2005

Colección Binomio

Hace un par de horas, se presentó Fotosíntesis, el segundo libro de poemas de Ramón Peralta. Está editado por Solario y la gaceta Literal. El proyecto resulta por demás alentador. Si algo hace falta en la poesía en México, es una mayor determinación para gestar trabajos de este tenor. Urge que editores de relativa independencia materialicen su apuesta por ciertos autores y por obras con el perfil que les parezca adecuado. O, para ser aún más claros, que puedan editarse libros de poesía sin estar mendigando ningún tipo de permiso, aplauso, bendición o burocracia, en la medida de lo posible. (Tan ingenuo me parece satanizar la relación de un escritor o un editor con el Estado, como sumergirse en ella hasta la asfixia total. Ambas cosas son letales. Ni el tipo de poeta cortesano ni el tipo de poeta que busca el aura del out-sider parecen convenientes. Pero todo esto debería ser un lugar común que ni siquiera vale la pena considerar... ¿O, en contraste, es por ello que hay que ponerle más atención, y detenernos más en el asunto?)
En cualquier caso, este comentario lleva otra intención. Después de saludar con todo mi júbilo el proyecto de Solario y Literal (la colección "Binomio"), deseo pedir que pongan más empeño en las siguientes ediciones. El libro de Ramón Peralta merecía un trabajo de mayor cuidado. El lector entiende que un proyecto independiente opera con recursos muy limitados. Sí. Pero la creatividad del editor puede sobreponerse a esto, encontrando siempre otras opciones. La impresión del libro es mala, y eso se debe en parte al papel (¿por qué publicar poesía en papel bond y, encima de todo, blanco?). Pero lo que más me inquieta, es que no todas las deficiencias se deben a una cuestión de infraestructura. Por ejemplo, el diseño de interiores es muy accidentado. Ni la tipografía, ni la caja de texto, ni los otros elementos que hacen del libro un soporte adecuado se justifican, tal y como aparecen en Fotosíntesis.
Siempre deberíamos recordar que el papel del editor es, sin exageraciones, tan indispensable como el trabajo del poeta. Su función no se limita a difundir libros; antes que la intensa tarea de promover voces poéticas, está la de hacerlas legibles, en el sentido más amplio del término . Y, en este punto, creo que los editores de la colección Binomio podrían esmerarse más.
En fin. Por encima de todo esto, nada resta el compromiso y la valentía que significa abrir, en pleno desierto, un espacio para que una voz llegue al sitio donde ha de realizarse con plenitud. Algo del todo plausible, especialmente si la voz que se presenta se trata de un poeta como Ramón Peralta, quien ha trabajado -independientemente de los reparos que puedan ponerse a su escritura- con una honestidad que encuentro irreprochable.
Cierro esta atolondrada nota diciendo que al trabajo de los editores y del propio poeta, se le suma el de la fotógrafa Edna Vite, que presenta siete ejercicios fotográficos que aparecen tanto en interiores como en la portada. ¿Algo más que añadir? Sí... En horabuena.

lunes, noviembre 07, 2005

Invitación

El martes 9 de noviembre, a las 19:00 hrs., Andrés Márquez y yo estaremos presentando Fotosíntesis, el segundo libro de poemas de Ramón Peralta (Tultepec, Edo de Méx., 1972), un poeta que ha ido construyendo, con discreción y paciencia, una obra tan viva como penetrante, atreviéndose a reunir elementos que no suelen ser tan habituales en la poesía en México. La cita es en el café-bar "Las Hormigas" de la Casa del poeta, ubicada en Álvaro Obregón # 73 (entre Córdoba y Mérida), Col. Roma. Teléfonos: 55 33 54 56 y 52 07 93 36.

domingo, noviembre 06, 2005

Algo de polvo de las vanguardias

La poeta argentina Mercedes Gómez de la Cruz, al responderle a Rodrigo Flores advierte lo siguiente: "En México se están preguntando cuál sería el espacio y el registro poético de las vanguardias después de las vanguardias... Nosotros, en Argentina, nos hicimos esa misma pregunta en la década del noventa...". Es curioso. El tono mismo del argumento implica una institucionalización a ultranza (nos hicimos las mismas preguntas). Más curioso aún es el hecho de que obras como las de Lamborghini (Osvaldo y Leónidas), Viel Temperley, Padeletti, Perlongher, etc., sean anteriores a la década del noventa. Obras que, resulta obvio, no hubieran podido existir sin la interrogación sobre el cuerpo y la voz de las vanguardias: su tradición, sus contradicciones, sus lagunas e inconsisencias, lo mismo que sus referentes y lecciones a nivel de rasgos textuales, etcétera.
Más inquietante me parece el punto de partida de la discusión. Disiento con Rodrigo. No creo que exista una estética y retórica de lo sublime-esencial-puro, centralizando el tono de la "poesía mexicana" (entre otras cosas porque, como he insistido en ponencias y artículos, no estoy seguro de que exista el sujeto del cual hablamos). Hay, sí, pereza; hay, también, una postura cómoda, acrítica. Pero ninguna de estas señas alcanzan para reconocer plenamente el lenguaje con el que actualmente se escribe en México.
En cualquiera de los dos casos, me parece que hay un error de miras, y éste consiste en observar más de lo debido "los tonos medios" de la poesía que actualmente habita las antologías y publicaciones mexicanas. Lo cual resulta desgastante. Es lo mismo que detenerse a leer la tradición de la poesía en Argentina pero no acudiendo, como sería lo higiénico, a sus momentos más conspicuos sino apoyándose en esa fácil producción de poemas-mtv, o de artefactos soporíferamente coloquiales. Etcétera. La poesía no se revela desde los promedios, sino desde los estados de excepción. Por ello la lista que plantea Rodrigo es doblemente significativa -a pesar de que, en toda regla, se trata de autores menores-. A mí se me podrían ocurrir algunos nombres más (pienso, casi al azar, en A. Bohórquez, en Juan Bautista Villaseca, en José Carlos Becerra, en Roberto López Moreno, en Max Rojas, Jaime Reyes, Alfonso d´Aquino, Joaquín Vázquez Aguilar, Víctor Hugo Piña Williams o Jorge Fernández Granados). Autores que muy posiblemente no se conozcan en Argentina, y que ni siquiera son tan conocidos en México. Aún más: autores que no han escritos obras decisivas, pero que nos llevarían a otro tipo de preguntas, o cuando menos posibilitarían el sano ejercicio de voltear a ver a aquellos sitios donde no nos hemos permitido acercarnos. La regla para llevar a cabo esto es la de comprender que posicionarse de manera diferente dentro de un contexto más bien opaco, no es exactamente transgredir nada; menos aún llegar a una escritura de real fuerza.
Y creo, lo diré únicamente de paso, que esta "lectura negativa" es una de las pruebas tangibles de que la vanguardia sigue presente. Presente no porque se trate de un periodo inagotable o de un suceso transhistórico. Sino porque las vanguardias son frutos de diversas heridas del lenguaje (y heridas del mundo), que aún no pueden olvidarse, ni desecharse con la impaciencia que varios críticos y poetas nos recomiendan. Algo, en suma, tan nefasto como querer redactar el enésimo manifiesto estridentista algún día de éstos.

miércoles, noviembre 02, 2005

Después de los encuentros

Primer territorio: el lenguaje. Primer detalle: Estoy afuera, encuentro de poetas realizado en octubre, en la Ciudad de México. Como es de suponer, en este evento se comunicaron ideas, preguntas, críticas y problemas presentes en cierta zona de la más reciente poesía latinoamericana. Los momentos más fuertes de todo este intercambio -parece obvio- no ocurrieron tanto en las mesas de trabajo como en las noches de terraza y amistad, al amparo de música y hermosos liquiditos dionisíacos. Felizmente, estos diálogos han continuado públicamente, así que me sumaré con dos o tres palabras en voz alta. Pero antes de meter mi cuchara en tan divertido asunto, es preferible que el lector -más hipotético que hipócrita- pueda conocer, si así lo decide, todos los peldaños del camino. Estos pueden verse desde los blogs de la poeta argentina Mercedes Gómez de la Cruz y de mi querido compañero de armas, Rodrigo Flores.
Así que, por el momento, espero.

martes, noviembre 01, 2005

1

Si todo diálogo anuncia una dimensión ética, cada pregunta deletrea una eticidad de los instantes. Y todo instante es, siempre, el instante de un cuerpo -de otros cuerpos-. O, si se prefiere, de territorios.
Los siguientes juegos son una apuesta por ensayar éticamente la comunicación entre distintos territorios, o distintas territorialidades. Esto es: el recorrido por los territorios de la fértil y bella confusión.
¿Será?