jueves, marzo 29, 2007

De inexistencias históricas

En alguna ocasión, un escritor me comentaba que hacía falta un "simple registro histórico de la poesía en México". Un esfuerzo por dar cuenta de la existencia de obras, escritores, periodos, tendencias, estudios. Se trataría de un esfuerzo disciplinado y paciente. (Sería una broma de muy mal gusto suponer que el Diccionario de escritores de la UNAM cumpliría ese papel.)

Esta omisión no parece tan sorprendente si se juzga a la luz de dos factores desicivos, a saber: que los escritores padecen de una parca –por no decir nula– sensibilidad histórica; que el objeto a registrar no existe, es necesario que una mentada perspectiva histórica lo invente –o, si se prefiere, lo construya. Para responder a esta primera cuestión, sería necesario que los escritores asimilaran en sus obras la contingencia (algo a lo que muy pocos se han atrevido, por ejemplo José Revueltas, quien habló sobre la "inexistencia histórica"). Para hacer frente a la segunda cuestión, hay que soñar con dicho objeto: en la caza no se comienza por atrapar a la presa; antes se debe aprender a necesitarla. Y en las escrituras auténticas, las verdaderas batallas surgen por esta necesidad. No hay obra importante que no sea una cuestión de apetitos.

jueves, marzo 08, 2007

Para quien guste de andarse entre las ramas


El sábado 10 de enero, además de celebrarse (¿quién es el que celebra?) los 30 años de que se descubrieron los anillos alrededor de Urano (no recuerdo bien si esto confirma o niega, una por una, todas las ideas del señor Pitágoras), se presenta Desde las ramas una guacamaya, primer libro de Marcela Guerrero. Antes de una breve lectura de la autora participarán Santiago Matías (editor y director de Bonobos, el sello donde se publica el libro) y Flores–Rodrigo-et-al (embajador honorario de las Islas Galápagos). La cita es a las 19:30 hrs (aunque seguro inicia entre las 19:37 y las 19:42 hrs) en el bar Travazares, de la colonia Roma (Orizaba 127). No sé si habrá vino, pero el honor queda garantizado con este célebre trío de bardos.

benito luis señora bodoque/ no me vayan a haber dejado/ sola/ y la única reclusa sea yo

jueves, marzo 01, 2007

Escriba con letra de molde sobre la línea punteada

Un ethos enfebrecido por la noción de "lo majestuoso". Un repliegue infantil ante el reconocimiento tácito de que nuestras palabras son espinosas. Con una peculiar ceguera ante los discursos (que por economía de medios llamamos "fe") emprendemos la inflación del lenguaje. En este punto los poetas, que encuentran un extraño placer en pensar en sí mismos como una entidad sin vínculos sociales, en poco se distinguen de cualquier otra persona. "Que cada sílaba nos haga adictos a la tentación de lo monumental" –tal parece ser la divisa a la que nos entregamos. De ahí nuestro cómodo –y torpe– miedo a la Retórica (un referente tan concreto como la Virgen de Guadalupe). Miedo a la Retórica. Es decir: un tropo, una figura, otra guiño verbal.

Lo anterior se complementa con nuestra insistencia en los diminutivos. Al comer, al vestir, al burlarnos, al mentir, al tener sexo o al comunicarnos con dios: las palabritas ocupan con suma facilidad nuestra boca. Parecen dotarnos de un aura especial de convencimiento. Nada hay que permanezca intacto ante los diminutivos. Incluso el tiempo y el espacio se riden ante ellos. Cerquita de dios, siempre es posible vivir lo que soñamos.

Facilidad para la grandilocuencia, apego a los diminutivos. El binomio no deja de ser curioso. Podría decir, sencillamente, que esto se explica porque el mexicano suele matar aquello que ama. O matarse ante aquello que ama. Nos matamos, dijo el otro. Hay momentos en que quisiera mejor rajarme, arrancarme ya los clavos de mi penar. Pero mis ojos se mueren sin mirar tus ojos. (Mantra para seducir amas de casa rusas: Paloma negra, eres la reja de un penar...) Sin embargo, cualquier explicación resulta necia. Está atrapada en la misma red que quiere desentrañar, depende de ella. No deja de ser curioso leer bufonerías (en excelente prosa, lo admito) sobre pachucos, chingadas, malinches y otra serie de vaguedades.

También es posible hacer trampa. Por ejemplo, travestir una posible hipótesis mediante una pregunta. Digamos: Al abusar de los diminutivos, ¿estamos tratando de protegernos de la dimensión monstruosa que abrimos con nuestro tono grandilocuente?, ¿inventamos lo grotesco para después pretender que la única forma de estar a salvo es escondernos o anularnos?.

Pero dejaré de desvariar ahora. Mejor me abrazo al prejuicio democrático y dejo que los otros decidan qué es lo que realmente pienso. Para ello se trata de seguir un paso demasiado sencillo. Consiste en escribir sobre la línea punteada. Como se puede notar, el camino para llegar aquí pudo ser soporífero (y grandilocuente, obvio es, amado Mecenas). Pero deben admitir que éstas son las instrucciones más cortas de la historia (excepto, claro, por el "agítese antes de usar").

1.- Hoy amanecí con ganas de _ _ _ _ _ _ _ _ a la patria.