jueves, julio 27, 2006

Infertilidad

A veces recreo, con cierta fascinación, el tipo de experiencia de esos espíritus que han sentido asco frente a toda facilidad y todo talento; personajes que, como Cézanne o Flaubert, han sabido renunciar a los señuelos del síndrome creativo. A esta estirpe de reticencia pertenece Paul Valéry. Escudado en un silencio que quería anunciarse a sí mismo como una reflexión permanente, su verdadero talante es algo más que una sutil hondura de la inteligencia. Ante todo, Valéry estaba ebrio por una perfección que en realidad era el anverso de su cautiverio frente a las experiencias formales. Un cautiverio que, a su vez, era el anverso de un un gesto con el cuál Valéry se defendía de lo infinito, del tedio, de la cárcel de la identidad que se dirime entre el vacío y lo mutable.

Recuerdo que hace años, esperando que el sol me repusiera lo que la noche me había arrancado, leí una fuerte crítica que Maurice Blanchot hacía a Valéry, arguyendo que éste último se había dejado apartar amablemente del todo cerrado de la Obra. "Habló de todo, escribió sobre todo". ¿Acaso el todo de los temas terminó por desgastarlo? Parece indiscutible que el autor de Le jeune Parque se entregó a repeticiones ("ejercicios", para usar su propia expresión) no siempre exentas de monotonía y debilidad. En este sentido, la objeción de Blanchot es irreprochable. Sin embargo, también es necesario consentir que en ciertos casos -como en el de Valéry- esa dispersión constituye un largo camino de despojos. A través de este camino el espíritu agota la tentación de la voluntad y satura la trampa de los intereses. Algo similar a una purga gracias a la cual se puede encontrar a sí mismo.

Dicho de otro modo: esta caída en la dispersión, en lo variado de los "temas" no sólo es síntoma de un vulgar caso de talento o genialidad, ni es propia sólo de quien ha caído en la inmadurez, la arrogancia y la medianía de "lo prolífico". De hecho, algunos se ven heridos por la dispersión o por la multiplicidad precisamente porque han percibido en ellas una posibilidad de vaciamiento y otra vía para acceder al centro de su fuerza: la impotencia, la esterilidad.

sábado, julio 01, 2006

Saudade

Resulta fascinante la inclinación de los pueblos de lengua portuguesa por llevar lo más hondo de su vitalidad al espacio de una pasión indefinida; usurpar esa experiencia para deletrarse a sí mismos y patentar algo que les sería propio, esencial e instranferible. Nunca dejará de ser admirable su obsesión por leer su historia y definirse a partir de un notable malentendido verbal.