sábado, abril 29, 2006

Sintaxis, cuerpos

El orden existe, como existen la ciudad, los dioses, el erotismo, la fe o el amor. Dado que el cuerpo lo necesita, lo inventa: detrás de cada alimento aguarda un apetito que lo dibuja y le da forma. No es desquiciado creer que el orden es una vía que el cuerpo construye para relacionarse consigo mismo. Un esfuerzo para que las distintas energías, los distintos estímulos que experimenta, salgan a la superficie, emerjan, se tornen legibles. Pero ¿el orden es una dinámica defensiva ante el caos, la dispersión y la entropía que constituyen la "situación originaria"? ¿O tal vez el caos únicamente puede ser percibido como una reverberación de un orden interrumpido, alterado, disuelto o trasgredido? Este tipo de preguntas son un callejón sin salida. Importa recordar que, al margen de nuestras pretensiones metafísicas, el ser se reduce al tránsito. (Insito: no se trata de acumular inútilmente un par de fragmentos mal digeridos de Heráclito para apoyar el alegato.)

En el momento en que me "detengo" a escribir esto, creo en la existencia de la ciudad, en un espacio de legibilidad que la ciudad moviliza. (Me refiero, oh Mecenas, a la Ciudad de México, en este día específico) Por la calle Javier Sorondo, pasa una mujer realmente hermosa, rebosando comunicación con su propio cuerpo. Un par de cuadras más adelante, un grajo macho, con el pelaje ondulando entre el azul y el negro. Una mujer morena, de edad avanzada y baja estatura, se altera al ver una botella de refresco abandonada en el lado izquierdo de la banqueta, y su cara se oscure en una expresión de intenso miedo; toma la botella con celeridad y la pasa del lado derecho, con lo cual parece aliviarse profundamente. Después, un anciano vende globos, con la cara ennegrecida de verrugas, los ojos abiertos, perdidos, indiferentes al hastío y el ruido de los autos; está envuelto en una fijeza que reúne el terror, la belleza, la fascinación. Es decir, el anciano, en ese momento, es su cuerpo...

El cuerpo, los cuerpos.
Este es el núcleo de todo. Sobre todo este cuerpo con el que camino, su tibieza y su respiración. El cuerpo que amo -velando y fundando un orden. Y todo esto es exacto. El mundo no existe. El ser no existe. Tal vez realidad no existe. Existe el cuerpo. El cuerpo: una forma de la nada a la que llamamos instante.

2 Comments:

Blogger Javier Armas said...

Querido Jorge. Venía a dar fe de que lo que viste es cierto, y al redactar este comentario, tengo que dar fe de otra cosa.

Al margen de una mujer que bien pudo haber estado leyendo a Jung y al mismo tiempo estar vigilando la fluidez de la escena que narraste, sólo quería alzar la voz para celebrar el haber estado ahí.

Lo segundo es sobre el tránsito y el cuerpo. Hace algunas horas, al mirar una fotografía donde aparezco y que fue tomada el 6 de enero de este año, sentí un vértigo terrible, un miedo dinámico por alcanzar a sentir el proceso de envejecimiento.

5:38 a.m.  
Blogger Javier Armas said...

Oh. Y aún en el envejecimiento hay saltos y estancamientos que comparten el mismo callejón sin salida de tus preguntas.

5:41 a.m.  

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