martes, abril 11, 2006

De nuevo, las calles (o "Si me deportan, ¿quién construirá su muro?")

En los días anteriores, los migrantes han vivificado las calles de más de un centenar de ciudades en EUA. (En su mayoría son latinoamericanos). Se han sucedido distintas manifestaciones en calles, plazas públicas; declaraciones en medio de comunicación; concentraciones del lado de la frontera mexicana. (La más importante se dio en Ciudad Juárez-El paso, organizada por estudiantes). El día de ayer, una decena de personas que se autodenominan como guardianes de la frontera quemaron una bandera frente al consulado de México en Tucson, Arizona. El imperio acude al fetiche de las estadísticas y espolvorea sus cifras, que revelan que mayoritariamente los ciudadanos de ese país no se oponen a la presencia de los migrantes. Adentro del Congreso de EUA, existen fuerzas que validan la cacería e intentan apoyar a grupos paramilitares, como Minute Men. El lugar común que consiste en decir que EUA se formó a partir de la migración se muestra más que saludable durante estas jornadas. Un lector de este espacio escribe para solicitarme que difunda la acción que llevarán a cabo los latinos el 1 de mayo, cuando no saldrán a sus trabajos, a sus centros de reunión y escuelas, ni comparán ningún tipo de productos, etc. Veo un par de noticieros por televisión mexicana, donde los conductores dan la información con desgano, aunque después se emocionan porque actores o actrices como Tomy Lee Jones o Eva Longoria muestran su apoyo y acuerdo con estas manifestaciones (y de pronto el aura de "los famosos" se vuelve principio de fe y prueba palmaria de la existencia de los migrantes sobre la tierra). Varios senadores (entre ellos Edward Kennedy), ministros y demás autodenominados "líderes de opinión" acompañan las manifestaciones, en ciertos casos son oradores públicos en los mitines. Se relaciona este movimiento con las luchas civiles de Martin Luther King. Se insiste en que una persona antecede y trasciende los códigos de la "ilegalidad" y la green card. Y lo increíble es que toda esta retórica cobra ímpetu hasta que se desvanece todo halo de demagogia. En un lúcido artículo, el despistado, dogmático, erudito y brillante crítico literario Harold Bloom recuerda la oscura profecía que el gobernador de louisiana, Huey Long (conocido como Kingfish y asesinado) hizo respecto de EUA: "Claro que tendremos fascismo, pero le llamaremos democracia". En el texto, Bloom también advierte de los peligros de una militancia religiosa en el gobierno de EUA, y crítica los distintos fundamentalismos (ahí donde Emerson, Withman y Melville se ven obligados a enmudecer). La Wolverin Packin Company, frigorífico en Detroit, despide a 15 trabajadoras mexicanas por participar en las manifestaciones del 28 de marzo. Voy haciendo este atropellado recuento y me viene a la mente la portentosa reflexión de Eliot Weinberger después del atentado al World Trade Center. Según Weinberger, después del 11 de septiembre de 2001, una de las mayores obsesiones de los ciudadanos de EUA es cuestionarse sobre el "nosotros". Pero advierte el ensayista y magnífico traductor de poemas que ese "nosotros", de acuerdo con la historia de su país, es un vago fantasma, un pie volátil. Leo algunos carteles que aparecen en fotografías o en imágenes de noticieros. "Hemos dejado de ser invisibles, ahora salimos al sol". Recuerdo -me recuerdo- que las miradas que desnudan al poder no se limitan a un perfil político. La palabra que resiste encarna en dimensiones más vastas: la ética, la ciudad, los cuerpos, el alimento, las festividades, los calendarios, las artes... Y no es obligatorio recordar la etimología latina de la palabra "economía" para comprender que, en el fondo, todo esto se trata de la construcción de una casa. Aún en los momentos más turbios de los imperios la gente teje con paciencia sus secretos, festeja su vino nocturno, combate con sus pesadillas, se abraza con el éxtasis y el delirio, arde en su amor. Es decir: lucha por la memoria. Recuerda el erotismo, lo sagrado, la libertad, la magia, el trabajo, la tierra, la naturaleza, la fiesta.., esto es, la política en el sentido fuerte de la palabra. Lo decía Milan Kundera en una de sus novelas (El libro de la risa y el olvido): "la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido". La palabra que es una visión ondulante ante el poder, ante los poderes. De la magia a los imperios, de la experiencia mística a los totalitarismos, de la alquimia a las mazmorras, de la revelación ética-erótica al catecismo, de la relación con lo sagrado a la presencia del mal absoluto...

Repaso todo esto, que se agolpa en mí. Pero más que desear poner un comentario al margen, deseo compartir lo que me ayuda a respirar mejor ante este mar de estímulos e interrogantes. Me refiero a un par de dramáticos y bellos poemas de Ramón Peralta, quien escribió un libro que se aproxima a los dolores, los cuerpos, las distancias, los eclipses y la increíble fuerza vital de los migrantes.

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Me detengo.


Alguien avanza en el otro extremo del mundo.


Creo que soy yo, un punto.

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Un cielo azul/ no corresponde a lo que veo.


Parte de mí/ se extiende por mis pies.


Distante/ es la palabra más cercana.

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Soy un peñasco que intenta brincar el cielo.


Si no la ves, esa es la frontera.


Eso, a lo lejos, el principio del incendio.


Si el peñasco brinca, volará como los pájaros desconocidos de siempre.


Espera, no vayas tan lejos, un hombre con sombrero de paja prepara su escopeta.

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Hace frío de borracho, no hay malentendido, el clima cambia, soy un perro lleno de instinto. Rechaché los mapas. Salí temprano rumbo a cualquier trabajo. Y aún no atravieso la frontera.


Sí, de eso estoy hecho: la distancia.