jueves, mayo 25, 2006

Poemas sensibles

El próximo miércoles 31 de mayo, se presentará Poemas sensibles (Praxis, 2005), el libro más reciente del poeta guatemalteco Alan Mills (que viene a la Ciudad de México a revertir la mala reputación que ha generado si cuasi gemelo malvado Allan Mills). Compartiremos mesa Carlos López (en su papel de editor), el escritor tabasqueño Álvaro Solís, el autor y yo.

La cita es a las 20:00 hrs., en La hostería La Bota, de Casa Vecina, en el Callejón de Mesones, número 7, Col. Centro.

domingo, mayo 21, 2006

Muchedumbres epifánicas (o "El pueblo unido jamás será instruido")

Los días 24 y 25 de mayo, en la Facultad de Filosofía y Hierbas de la UNAM, vamos a leer decenas y decenas de poetas. Seremos tantos en la mesa como esas familias de 12 personas viviendo en un departamento de interés social de dos cuartos. Los participantes por día son:

24 de mayo de 2006 (Salas A y B, 17:00 hrs)

Luis Jorge Boone/ Alí Calderón/ Carlos Roberto Conde/ María Cruz/ Antonio Escobar/ Rodrigo Flores Sánchez/ Leopoldo Lezama/ Rubén Márquez/ Rafael Mondragón/ Óscar de Pablo/ Luis Paniagua/ Ramón Peralta/ Jorge Solís Arenazas/ Álvaro Solís/ Daniel Téllez/ Eduardo Uribe/ Manuel Salazar Becerra.

25 de mayo de 2006 (Salas A y B, 17:00 hrs)

Christián Barragán/ Iván Cruz Osorio/ Claudina Domingo/ Marco Fonz de Tanya/ Natalia González Gotddiener/ Sergio Loo/ Andrés Márquez/ Ismene Mercado/ René Morales/ Jocelyn Pantoja/ Karen Plata/ Balam Rodrigo/ Marina Ruíz/ Alberto Trejo.

No sé si hable el espíritu, pero a la UNAM esta vez no le faltará raza.

sábado, mayo 13, 2006

Escritura no necesariamente automática

La mujer con el cabello de agua. La mujer con el sudor en la mano. La mujer que nunca ha visto el trigo. La mujer ensuciando la sábana de sangre. Al centro: tres columpios con herrumbre. Cuando se mecen en la noche, quieren que su sonido llegue hasta esa ventana. Esa ventana: significa que mis manos pueden tocar las cosas. El pasto y la mujer con hambre. El teléfono olvidado. El ruido de la máquina. Los niños respiran mientras levantan su tenedor vacío sin alcanzar el foco. El ruido de la máquina repitiendo tres palabras. La ventana no se mueve cuando callo. La ventana: significa que detrás de mi voz hay una distancia que mis manos no pueden abatir. Queda poco tiempo para las jacarandas. El tiempo: ese es otro asunto que mis manos no pueden. Ya no hay tiempo para las jacarandas. Pero vendrán las lluvias. Un rito que se desprendió de su olor a sal. Junto al pie, un libro que no existe. El pie podría ser mi pie. El libro cerrado. Mi deseo de escuchar cómo lo lees. Perseguir una idea es perseguir un instante. Los instantes no existen. Ya no hablo para olvidar al oso polar. Ya no hablo para evadir esto que veo junto a la piedra y que es lo único que no me será arrebatado. He dejado de hablar por sentirme acabado. Duermo después de la comida. Me interesa sentir la pesantez. El vientre, el cuello. El hormigueo de los brazos. Me interesa recordarme que la escritura es un rostro de la defensa. A condición de olvidarse de la palabra blasón. Creo que los autos son sillas de ruedas, pero quiero creer que no me interesan las creencias. La música, la poesía y la religión deben llevarme al centro de la ciudad. La ciudad es el inicio de la furia. Me sucede soñar que caminas en la noche y al borde de la calle por donde pasas hay un árbol que se incendia sin consumirse. Un árbol que no significa nada (y que tampoco está antes o después de la significación). Un árbol: este árbol, mete la mano y quémala. Me sucede recordar tu olor a agua. Nunca he tocado tu cuerpo. Cuando camino por la mañana, escucho a los caballos lentamente. A veces me detengo a creer que sí existen. Presiento un sólo filo en el estómago, en las manos, en los ojos. No puedo ver tus pies. Siento tus manos. Nunca dejo de pensar en la historia. Nunca dejo de escuchar cuando deletreas la palabra pan. Nunca dejo ver esas calles donde las han violado y ni siquiera les importa negarlo. Avanzo sin un camino, porque he dejado de gritar en las plazas públicas. Hay un ritmo que me niega y que no encuentro. Hay un poder que me sostiene. Que me pide no temer estas guerras: no temo la memoria, no debo detenerme. Hay que salir del propio cuerpo para llegar al cuerpo. El respiro es un camino a estas raíces. Estas raíces: significa que las podemos morder aquí y ahora. Al cielo le gusta olvidarse en el espejo y decir cosas aburridas sobre una gran plancha de cemento que es el espejo donde se olvida. Pero a mi me gustan los grajos. Los grajos de tu cuerpo no existen. Únicamente los grajos. Los grajos. Nunca he mordido tu cuello. Pero suelo encajar los dientes en el mío. Mis dientes, estos dientes. Tengo hoyos que me refrescan en estos días, y aligeran el paso de agua. Ahora he dejado de escuchar a quien me llama para que calle. Alguien me besa, alguien me persigue, alguien me busca. Alguien me llama. Pero yo estoy hablando para ti.